En el inicio


Apenas han pasado unas pocas horas del 2024.
Las primeras dos, tres horitas se me fueron bebiendo, brindando, borrando y cuenta nuevando el año anterior. Me ocupé, concienzudamente, entre copa y copa, de hacer las paces con lo vivido en el 23 para recibir erguido la guerra que se avizora en el 24. Después vinieron otras dos, tres horitas de dormir bien, aunque es verdad que con alguna que otra interrupción; para encender el ventilador, para comprobar que estaba mejor con el ventilador apagado y para levantarme a apagarlo nuevamente.  Y ahí nomás, la tos. Una tos catarrosa, insistente y opresiva. Molesta, digamos. Una tos que empeoró al acostarme boca arriba, que volvió a empeorar al intentar dormir de costado y que finalmente siguió empeorando al querer dormir boca abajo. Mi mujer, santamente, me acarició en un momento la espalda en un gesto que podía significar tanto un “hey, corazón, tranquilo que ya pasa”, como un “hey, corazón, acá también queremos seguir durmiendo”. Una cierta sagacidad matrimonial, adquirida tras varios años de convivencia, me llevaron a inclinarme por lo segundo.  Lo bueno es que la mañana se ve hermosa desde mi oficina. Un mate, mi gato y una suave brisa que se cuela por la ventana. La esperanza se parece mucho a esto. A medida que avanzan los renglones de este texto, retrocede de a poco la tos y la resaca. Apenas han pasado unas pocas horas del 2024. Y fueron muy buenas. Qué sigan así.

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